19 de enero de 2006

¿Respirar?

El placer está constituido por el propio ansia de placer, quizá eso explique la imposibilidad de aplacar el egoísmo consustancial de la especie humana con cualquier dádiva que se le proporcione. Resulta profundamente frustrante el tener siempre presente que toda utopía que se pretenda realizar tendrá que afrontar eso. Es posible que por eso ninguna haya realmente triunfado, las utopías están hechas para funcionar en una especie superior éticamente a la humana que ni hemos encontrado ni ha conseguido nacer, o es que quizá las utopías son simplemente la ilusión piadosa que el sufrimiento real requiere como creí entender en las palabras al respecto de Richard Rorty.
No. Más bien considero que la utopía es una contradicción dopante que eleva las miras para discriminar lo que siempre ha estado claro (HHHe): homo homini homo est.
En vista de que la fe se perdió (nunca existió de manera autonóma), la sociedad optó por la magnificación de los pequeños actos como manera humana de iniciar la utopía. No me convencen.
Más allá de templar pequeñas esferas, es cierto que diminutas chispas pueden llegar a encender algo, pero es difícil que lo hagan cuando todo está conscientemente empapado. Y es paradójico, ya que lo que se llueve desde arriba es lluvia ácida que empapa lo que debería arder por sí mismo, mientras que por el contrario abrasa lo que no está todavía contaminado.
Con este pronóstico de genérico "totalsat" hay días que parece que lo único humano sería quitarse el chubasquero y dejar que el aguacero ácido penetre, pero sales a la calle y te lo dejas puesto: no por la lluvia, sino por el hedor irrespirable que engrasa lo que se supone que funciona, lo que se supone que constituye la esperanza, lo que se supone que algún día secará.
Atontado, retrocedes, guardas el arco y te conformas con torturarte mirando la lluvia caer a través de un translúcido cristal, como Betsy Blair en Calle Mayor.