30 de enero de 2006

¿Resurgir?

Aunque sea sólo a un nivel inferior al de la inmortalidad que la tradición mítica consignaba para el fénix, el acto de resurgir (bien sea de las cenizas o no) lleva consigo siempre un componente especial, a su manera divino, pero no por ello menos aplicable al hombre.
Resurgir supone volver a una situación de fuerza o bienestar anterior, de caracter primigenio o no, y que se había perdido o había degenerado en una situación actual considerada peor o no satisfactoria.
En tal sentido, podría interpretarse la resurgencia como una vuelta al pasado, pero ello es sumamente inexacto. El resurgir realmente está volcado hacia y firmemente enraizado en el presente. No tendría sentido que no fuera así, ya que como la propia palabra índica es un nuevo surgir de algo que, aunque desde luego existió en el pasado, se recupera para el presente, resurge. La conclusión de tal reflexión bien podría acabar en que esta nueva versión (la resurgencia) es siempre superior a la primigenia, ya que aparentemente lo que rebrota parece hacerlo con más fuerza que en el pasado y, además, para volver a surgir ha tenido que hacerlo a partir de unas condiciones no idóneas: la degeneración de lo que surgió de manera primitiva tiempo ha.
Nada más lejos.
Tal idea sólo podría admitirse en algunos casos. V. gr. es cierto que cuando se produce una fractura de un hueso en una persona joven o adulta, si la inmovilización de la zona fracturada se realiza de manera adecuada, puede lograrse que la rotura suelde por sí sola, dejando además el hueso mucho más fuerte que lo que estaba en un principio. Por tanto, la resurgencia tendría más fuerza que la surgencia primera.
Sin embargo, en tejidos blandos no ocurre lo mismo. De hecho, y por lo que he podido aprender en carne propia y también en teoría durante este pasado año, los ligamentos no actuan igual que los huesos. Un esguince en una zona la deja tocada y necesariamente más vulnerable de cara al futuro para siempre y, a pesar de lo que se pueda suponer, una rotura total de esos ligamentos tampoco asegura que el tejido regenerado sea igual de fuerte y resistente que al principio. Por tanto, aquí el valor del resurgir es netamente inferior.

Ante esta dualidad manifiesta del valor de la resurgencia (porque así lo es: un resurgir; la reparación del organismo se ejecuta a partir de los restos del tejido intacto inicial -la parte no rota o fracturada-, el tejido realmente resurge) a nivel biológico, cabría preguntarse cúal de las dos reacciones vistas presentaría un resurgir de fuerza de ánimo o del espíritu vital, es decir, algo no físico.
¿Se puede recuperar la integridad de una fuerza pasada? Si es así, ¿la resurgencia de la misma puede poseer más fuerza que la original?
Tradicional, literaria y en cierto modo (de hecho, en el modo correcto) correcta es la apreciación nietzscheana aplicable en este tema de que lo que no mata hace necesariamente más fuerte. Acéptandola (con una vista a largo plazo, que es la única de posible aplicación a esta idea), se estaría defendiendo que, en vista de que desde la primera surgencia de potencia anímica se han sufrido elementos que no han acabado contigo (aunque sí han degradado a corto plazo esa potencia original), éstos te dejarían en mejores condiciones (a la larga te harían más fuerte) a la hora de experimentar un resurgir de esa energía anterior. Por tanto, la fortaleza de espíritu o ánimo respondería en su dinámica vital al esquema visto para los tejidos óseos. La afirmación inicial parece correcta, pero no. Con tanta corrección se yerra.

Hay que tener bien presente que toda resurgencia tiene ontológicamente la necesidad de partir de algún resto o reminiscencia de lo que surgió originalmente en el pasado (las cenizas del fénix sir ir más lejos). La resurgencia es imposible, pese a lo que nos pueda parecer a simple vista, si no se construye (a efectos absolutos, si no se reconstruye) con relación a las bases, al esquema o a los restos de lo que se tuvo y que, casi totalmente, se perdió. Según la idea nietzscheana serían los restos de la fuerza original los que catalizados y, sobre todo, reforzados por el hecho de no haber sido tumbados por las adversidades, los que llevarían a una nueva germinación. Esas reminiscencias empoderadas al haber sido resistentes serían de tremenda importacia en la resurgencia y de hecho ésta no podría existir sin ellas ya que, de lo que se trata es de un resurgir de algo que surgió, no de algo que surge ex novo; ni tampoco de una resurrección de algo que existió, pero que murió.
No obstante, este análisis puede llevar a equívocos si no se realiza con cuidado.

Así, la historiografía decimonónica gustaba de aplicar la idea vista acerca de la resurgencia a los períodos de decadencia y auge de las formas estatales de carácter (real o ficticio) imperial. De esta manera, en la periodización histórica de las civilizaciones antiguas las fases de esplendor eran finalizadas en caídas (de teórica más o menos violenta) que inauguraban fases de decadencia, y que eran seguidas a su vez por nuevos períodos deslumbrantes conceptualizados como resurgimientos del brillo inicial de la historia de estos pueblos. La fuerza de la civilización en cuestión se reconstruía a partir de lo que quedó de la primera época de destello.
Pero era ésta una aplicación imperfecta.
En algunos casos, puede que realmente se tratara de resurgencias, ejemplos en que la fortaleza nueva se basara en una recuperación de los cimientos y elementos que suponían el esplendor inicial y que se habían perdido, habían degenerado, corrompido o simplemente se habían dejado de lado. Era ésta una aplicación de un paradigma explicativo que creía en la existencia perenne y diacrónica de una única energía de éxito en la historia de las civilizaciones y los pueblos, una fuerza que, de hecho, podía rastrearse durante todo su periplo histórico despuntando y desapareciendo.
Sin embargo, en otros ejemplos no podría hablarse propiamente de resurgencias, ya que el nuevo esplendor tenía más que ver con nuevos elementos, distintos a los que posibilitaron el brillo primigenio. A veces estas "novedades" eran simplemente una nueva dinastía gobernante, mientras que en otros significaban una completa transformación de las estructuras de producción y gestión de la riqueza y el poder. Ejemplos en definitiva en los que no sería acertado hablar de una resurgencia, sino de una surgencia nueva (en principio sin relación, al margen de la necesariamente histórica, con el surgir primero).

Con todo lo expuesto, parece difícil discriminar en qué momento lo acertado sería buscar una resurgencia de una gloria pasada (en qué momento lo que queda de una fuerza anterior es suficiente para experimentar un resurgir de ella) o cuándo apostar, en cambio, por algo nuevo, (cuándo buscar un nuevo surgir).
La simplificación de la elección se abre paso cuando se tiene conciencia de haber descubierto en el pasado el (real o ficcional) único camino (a veces enlosado de baldosas de un amarillo ocre, otras un simple reguero de grava serpenteando por áridas tierras acechadas por escorpiones y lagartos).
Así, en ese caso no habría otra posibilidad que hacer que resurja ese camino, volver a encontrarlo; ya que no hay, ni puede haber, ni habrán nuevas surgencias, porque todas coinciden en una única ruta, que ya se descubrió en el pasado. No hay espacio para una verdadera elección. Es el camino antiguo (la surgencia primera) o la nada.
La complicación regresa cuando hace tiempo que se perdió de vista el tal sendero, pero sin embargo se ha seguido caminando día y noche campo a través, sin brújula, ni GPS.

Pensándolo fríamente, y bajo los preceptos que rodean la conceptualización anterior del resurgir, una situación así no tendría porqué ser en exceso complicada, ni llevar a desesperar, Si se anduvo una vez por ese camino y, de hecho, surgió la fuerza de ánimo que llevó a encontrarlo (y de hecho lo formó, lo creó, lo trazó) una primera vez sin necesidad de mapa, algún rastro ha tenido que dejar: una huella en la arena, alguna flecha perdida, alguna flecha extraviada, alguna flecha clavada.
Pero no hay nada.
No es posible resurgir, lo que surgió se ha apagado totalmente, no hay cenizas para la vuelta del fénix. Nietzsche estaba equivocado. Lo correcto se revela realmente incorrecto. El ánimo tiene más que ver con un ligamento (de hecho el cruzado anterior) que con un hueso. A fuerza de degradación la fuerza cada vez tiene menos fortaleza, cada vez puede tener menos fortaleza, de hecho ha desaparecido.

Pero este reconocimiento de la debilidad tampoco es el punto y final a la tortura. Si no hay restos, ¿qué nos prueba que existiera entonces esa surgencia? ¿Existió esa ruta? ¿Se caminó de manera consciente por ese sendero? ¿Fue una ilusión?, aún mejor ¿fue mentira? ¿Se fantasea con un resurgir que en realidad es un puro milagro que se escapa a la condición de hombre?

Abrumado por tantos trallazos inquisitivos, pierdes la orientación definitivamente y caes al precipicio, ya no hay necesidad de tantas respuestas.
Error.
Aun con todo, mientras escalas admites finalmente tu debilidad, pero te convences (todavía por un poco) de que realmente, aunque lo que hicieras fuera caminar con las botas de otro, recorriendo un camino para el que no tenías licencia, viviendo una vida que no era la tuya, viviendo una mentira; aquello ocurrió, el camino existió. Fue real. Recuerdas perfectamente haber lanzado un par de flechazos contra el suelo a modo de hito de orientación, pero éstos ya no están. Han desaparecido igual que las miguitas de Pulgarcito.
Quizá ya no están incluso por la misma razón por la que ya no estaban las migas de pan en el camino de vuelta del personaje. Entonces crees comprender, y por eso recuerdas: Herakles mató a flechazos a los pájaros del lago Estínfalo para entrar en el Olimpo, Nerón se excitaba con el anhelo de que el pueblo de Roma tuviera una única garganta.
Y piensas: tú mismo.
Y miras fijamente las fauces de la oscuridad.
Y vuelves a pensar: ¡¡¡aah!!!
Y con la mano blanca de magnesia agarras con más fuerza el arco.
Y tensas tanto la cuerda que te haces sangre en los dedos.
Y piensas: ¿resurgir?, ¿resucitar?
Y vuelves a pensar: agh...