9 de mayo de 2006

Los Trompeteros de Jericó

López-Amor: La detención ilegal de los militantes del PP en la manifestación de la AVT "es el atentado más grave desde 1978"

Acebes: "Rubalcaba es la cara del mal"

Elorriaga: No hay ninguna duda de que Zapatero es el peor presidente que ha tenido la democracia española desde 1978

Hola, soy PPTroy McClure quizá me recuerden de otros arrebatos apocalípticos como "Matrimonio gay: Katiushas contra la familia", "Nuevo Estatut: España desaparece", "Bush no nos ajunta: ¿para qué seguir viviendo?" o "Gobierno ZP: la mayor catástrofe desde los vándalos de Gelimer". Hoy estoy aquí para continuar moscardoneando y alertando acerca de la pronta (el fin está cerca, ¡¡¡¡arrepentíos!!!!) llegada de los sucesos que Juan vio y consignó en el bíblico Libro de la Revelación.

Siempre me ha parecido detestable la crítica exclusivamente vociferante y el rechazo indiscriminado o cuasi-indiscriminado que en la llamada democracia liberal representativa (y especialmente en las oligarquías partitocráticas de carácter bipartidista que se esconden tras la primera denominación en territorios como España) el partido de la oposición acostumbra a hacer para con la acción de gobierno de la formación política que ostenta el poder.
Es un fenómeno fácilmente comprobable, pues se repite inmisericordemente cada vez que hay una alternancia política en algún ejecutivo de cualquier ámbito territorial.
Por ejemplo es típico que un partido mientras está en el gobierno obvie o incluso niegue la existencia de un problema, para al día siguiente de perder las elecciones empezar a morgonear sobre la ineptitud del nuevo gobierno en la resolución de ese problema (que antes era inexistente, pero que ahora pasa a ser de tratamiento inexcusable y prioritarísimo). Al mismo tiempo (y como no podría ser de otra manera), el nuevo partido en el poder (el que mientras estuvo en la oposición no dejó de denunciar la existencia del problema en cuestión) suele experimentar un fulminante ataque de amnesia en cuanto toma las riendas del gobierno que le lleva a olvidarse de él por completo o, como mucho, le impulsa a contentarse con encargar la fabricación de juguetes mediáticos (¡ay!, Kelifinder) para que los ciudadanos se entretengan con ellos hasta que llegue el momento de nuevas elecciones.

Es un fenómeno éste que también se detecta en instancias territoriales. Así, suele ocurrir que cuando un gobierno municipal o autonómico tiene el mismo color político que el gobierno nacional (especialmente en lugares donde el reparto de competencias entre las diversas administraciones es de tipo irresponsable e interesadamente borroso, no como en Alemania), aquél se limita a "solicitar amablemente con interés" al gobierno nacional la realización de una determinada inversión o infraestructura en su territorio, siendo el grado de amabilidad de la solicitud inversamente proporcional al tamaño de la circunscripción a la que el territorio que reclama la inversión pertenece; de manera que a tamaño más reducido de la comunidad o ciudad en cuestión -circunscripción más pequeña, establo de posibles votos más reducido-, mayor amabilidad en la solicitud de la inversión a los correligionarios del gobierno central en cuestión.
Sin embargo, en cuanto el color político del gobierno nacional cambia, la "solicitud amable" pasa a mejor vida y se transforma entonces en la "exigencia inmediata e incondicional" de la contrucción de esa misma infraestructura, desplegando para ello un vocabulario enérgico y con frecuencia chulesco que, hasta el momento del cambio político en el gobierno nacional, era inexistente.
Siguiendo y utilizando esta mecáncia es muy común que un partido use a un gobierno territorial como ariete contra el partido en el poder a nivel nacional. Es lo que hizo el PSOE cuando utilizaba cutremente a la Junta de Andalucía para torpedear al gobierno Aznar (Aznalcóllar y Doñana, deuda histórica, pensiones, sanidad...) y es lo que hace ahora el PP usando patéticamente al Gobierno de la Comunidad de Madrid para desgastar al gobierno ZP (decreto de la ley antitabaco, radiales, financiación sanitaria, manipulación en Telemadrid...).

Sin embargo, y pese a lo que pudiera parecer, hay mucha gente que no considera esta actitud y estas prácticas referidas como algo reprobable. De hecho, al margen de pequeños detalles -más decorativos que otra cosa- como la tregua en la confrontación política de los primeros cien días de gobierno -que pese a todo pocas veces se cumple en según qué contextos- que la oposición concede a un nuevo gobierno, está muy extendida en el sistema partitocrático la idea de que el trabajo de la oposición es precisamente oponerse a cualquier precio, se tenga razón para ello o no. Así nos va.

En tal sentido, y según ese razonamiento, las oposiciones duras (dialéctica y políticamente hablando) no tienen porqué ser malas, ya que son un signo de vitalidad -de una cancerígena, y míope vitalidad, pero vitalidad- del modelo político en vigor.

Aun cuanto eso pudiera ser admisible por mucha gente (desde luego no por mí) hay ocasiones en que el descontrol en la ejecución de esa labor de oposición "contra todo" pone en duda incluso el presunto hecho de que sea realmente un signo de vitalidad (ni siquiera canceroso) del sistema, ya que lo que puede ocurrir es que se caiga en el ridículo más absoluto (aún cuanto a corto plazo pudiera dar réditos políticos), un ridículo que apenas tendría importancia en vista de que viene de una clase tan ridícula en sí como es la política, sino fuera porque suele dejar un poso de desvaloración y connotación negativa por parte de la sociedad en general hacia todo lo que tenga que ver con la res pública que va en perjuicio del interés general.

Y es un tipo de oposición "contra todo" de carácter ridículo como el referido el que llevamos soportando por parte del PP desde que se le sacó del gobierno hace ahora 2 años. Una tipología de oposición la que despliega este partido que, pese a que en algunas semanas parece remitir, vuelve a rebrotar con declaraciones y más declaraciones en cuanto tiene oportunidad. Y es una estrategia aún más ridícula al tener que llevarse a cabo (para eso tenemos la sociedad que tenemos) por individuos pertenecientes a una de las clases políticas más patéticas y de oratoria más cutre de cuantas moran por Europa como es la hispana.
Sí, desde que el PP perdió el poder, y valiéndose del clima político enrarecido por el 11-M (clima heredero directo pese a todo de la reacción social -No a la Guerra, Prestige...- al autoritarismo de "chulo de recreo" desplegado por el gobierno Aznar II), opta por la huida hacia adelante, profundizando más si cabe en las viejas estrategias.
La primera señal de que este tipo de oposición se avecinaba fue proporcionada cuando "el partido" confirmó a las figuras más visibles del estilo político prepotente y autoritario de la legislatura 2000-2004 (Acebes y Zaplana) como los atlantes principales de la estructura de un PP post-Aznar que presuntamente quedaba bajo el mando de Mariano Rajoy. De hecho, es bastante posible incluso que estos dos personajes recibieran al ser confirmados en sus cargos la directa o indirecta misión de moldear, siguiendo las guías del aznarismo de corte estridente, a un Rajoy que inicial y fugazmente intentó pese a todo imprimir en las primeras semanas tras las elecciones un nuevo estilo al Partido Popular copiando para ello aspecto -pactos de estado, lenguaje comedido, acercamiento a los jóvenes, estilo minimalista para la imagen corporativa...- del modelo ZP que tan efectivo fue para el PSOE a la deriva de la década de los 90.

De esta manera, y apoyados por unos medios exaltados (especialmene por la COPE, por no hablar de los ultras de Intereconomía a los que cuando escuchaba con Isabel M. nos costaba entender como alguién en su sano juicio podría tomar en serio nada de lo que decían) la estrategia política del Partido Popular se basó rápidamente en reaccionar a cada nueva iniciativa del gobierno ZP (fuera de lo que fuera, hablase de lo que hablase) como si con ella se estuviera haciendo sonar las trompetas de Jericó que según el texto bíblico anunciarán la llegada del apocalipsis. Realmente estoy ya cansadísimo de este trompeterismo moscardoneante que ha llegado a ser casi la banda sonora del Partido Popular.
Y es que la situación durante estos dos años ha llegado a tal extremo que a veces incluso los temas se les amontonaban a los trompeteros y hasta se hacían un lío al intentar discriminar qué era más catastrófico y debía impulsar con más rapidez a cortarse las venas (las ajenas claro, las propias nunca): si la salida de los papeles del Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca o el aplazamiento de la cumbre hispano-polaca.
No sé hasta qué punto esta estrategia le da buen resultado (resultado correcto) al PP; en principio, y según las encuestas sí, porque mantiene soliviantado y activo a su electorado, pero la verdad es que en todas las elecciones disputadas en estos dos años el Partido Popular no ha hecho más que bajar. En cualquier caso, este trompeterismo dialéctico desbocado (esos discos rallados repitiendo sobre cualquier asunto casi a diario eso de "esto es lo más grave", "éste es el más", "esto es lo más") es un auténtico factor aridizante del debate político y social.
Esto es así, porque (y más allá de la poca credibilidad que puedan merecer algunos de los primeros espadas del PP por lo lejos que se atrevieron a ir durante la campaña de propaganda previa y posterior a la invasión de Irak, por no hablar de los acontecimientos del 11 al 14 de marzo) a fuerza de aludir al apocalipsis cotidianamente, éste pierde significado. A fuerza de hacer sonar tanto las trompetas de Jericó, al final cuando se trate de algo realmente grave no se le tendrá por importante, las trompetas no alertarán a nadie (claro, ¡qué viene el lobo, qué viene el lobo!, y al final vendrá) . De manera que en el caso probable (que de hecho que ya se ha podido producir) de que en algún momento pudieran estar oponiéndose desde el Partido Popular a una medida o situación de gravedad real, muchas personas serían casi incapaces de tomarles en serio, y eso (máxime en una sociedad cuya actividad dialéctico-social es tan partitocéntrica como la española) es algo muy peligroso para el progreso social y para la res pública en sí.
Claro, ¿como voy a tomar en serio a Acebes -miserable man- cuando habla de que Rubalcaba es "la cara del mal"? Hombre, y en este caso no habría tanto peligro porque desde luego el que Rubalcaba lleve la cartera de Interior me inspira bastante desconfianza, porque recuerdo muy bien a este pieza cuando hace no tanto era portavoz señero de las miserias de aquel gobierno tardofelipista 93-96. ¿Pero cuándo sea de algún tema en el no tenga tanto conocimiento propio? ¿Voy a creer a unos que pregonan como igual de grave cosas absolutamente dispares y objetivamente de magnitud diferente, y que además lo hacen cada día? El sonido de las trompetas acaba siendo tan permanente que se termina convirtiendo en el ruido de fondo normal, y ya no alerta a nadie.
Aunque claro, son reflexiones algo peregrinas porque posiblemente esté en el mismo ánimo del PP (igual que en el del PSOE) el provocar este efecto aridizante de la estrategia de oposición apocalíptica, porque así seguramente consiguen (quizá de manera indirecta) bases electorales de apoyo cada vez más robotizadas, por algo están cada vez más extendidas opiniones en plan "yo sólo admito lo que dice mi partido" y viceversa. Claro que por muy uniforme y monocordemente que consigan de esta manera moldear el espectro social de su apoyo electoral, contando con la imperfección bipartidista que en España supone la presencia de partidos nacionalistas, esta estrategia de robotización de su apoyo electoral puede resultar netamente insuficiente para conseguir un cómodo gobierno de manos libres (mayoría absoluta) respecto de la sociedad; por algo los próceres de uno y otro partido ya están pensando en como solucionarlo mediante algún artilugio de ley electoral que consagre por fin la perfección de nuestra partitocracia bipartidista.

Decir adicionalmente, que entre los uniformes toques trompeteriles de los últimos días la última trompetada (la de López Amor considerando la detención de sus militantes como lo más grave ocurrido en 28 años) me ha resultado especialmente inadmisible y desafinada.
Me parece intolerable que ahora se pretenda poco menos que presentar a los dos militantes del PP detenidos en la manifestación de la AVT como las grandes víctimas de algo así como una represión criminal, máxime cuando aún están perfectamente calientes en la memoria otros hechos; ya no v. gr. los GAL (que por lo visto no tienen entidad para el diputado pepero en comparación con la detención de sus militantes), sino ejemplos mucho más recientes de verdadera brutalidad policial y de conculcación de derechos cívicos.
En tal sentido, al escuchar que los tres condenados por la detención ilegal de los militantes del PP en la manifestación de la AVT han sido condenados a una suma de penas de 13 años (!!!13 AÑOS¡¡¡) y que para colmo también tienen que indemnizar a los dos militantes del PP con 2 millones de pesetas (¿de qué?) me vinieron rápidamente a la mente algunos de los sucesos ocurridos durante aquellas indignantes semanas previas y simultáneas a la invasión de Irak, cuando con un gobierno auténticamente acorralado social y políticamente se hizo más patente que nunca que los derechos de la demo liberal están para utilizarse de la manera correcta y no de otra, por algo tenemos al manual.
Y entre todas las sinvergonzadas de aquellas semanas la que resulta más escarniante (más que nada por su notoriedad, que las hubo igual y mucho más graves) en su recuerdo a partir de la sentencia de la detención de los militantes del PP es el caso de la agresión de un policía nacional a una chica en la Puerta del Sol una noche de la semana en la que comenzó la invasión de Irak. Sí, porque al policía anti-disturbios éste que sentó a la chica en el suelo de un porrazo en la cara cuando ella sólo le espetaba que porqué no llamaba a una ambulancia para trasladar a un herido de la carga policial previa ocurida en la misma Puerta del Sol, sólo se condenó a 5 días (5, que me acuerdo perfectamente) de suspensión de empleo y sueldo. Y eso, que fue prácticamente la única agresión que recibió una condena (si es que los cinco días de suspensión se pueden tomar como condena, cuando quizá la auténtica condena hubiera sido expulsarlo del cuerpo por una temporadita) gracias al hecho de que había una cámara cerca que grabó la agresión y ésta recibió algo de notoriedad. La única, creo, de una lista bastante larga (bastante, por algo el delegado del gobierno en Madrid de aquellos días era un falangista de toda la vida -demócratas accidentales, ya se sabe- como Francisco Javier Ansuátegui, un "figura" éste que ya había dado muestras de su "arte" años antes como delegado del gobierno en Navarra) de acciones parecidas. De hecho, de aquellas manifestaciones no sé que me dejó más marcado, si la cantidad de gente que había en ellas (recuerdo en concreto la del 15 de febrero a la que fui -como casi siempre durante aquel reivindicativo año- con Víctor e Iria) o las escenas de brutalidad policial desplegada en algunas protestas, escenas que incluso llegué a presenciar en vivo en alguna ocasión tan impresionado como conmocionado durante aquellos días de indignación.
Y desde luego que no estoy defendiendo una posición acerca de la detención de los militantes del PP en plan "mira les detuvieron (ilegalmente, sí), pero como no se les maltrató ni se les tocó un pelo lo que tienen que hacer es callarse y alegrarse de su suerte". Para nada. Sin duda si fueron víctimas de una detención ilegal tienen todo el derecho a que la justicia castigue a los responsables de esa detención; pero desde luego la proporción 5 días de suspensión de empleo y sueldo por una agresión brutal injustificada grabada en vídeo y 13 años (más nosecuántos de inhabilitación para ejercer cargo público) por una detención de unas horas en las que no se les tocó un pelo, no sé porqué pero no me termina de cuadrar, quizá porque yo ví a Coco en Barrio Sésamo y sé discernir entre cerca y lejos, e incluso quizá también entre grave y leve.
Y es que como ha ocurrido casi siempre (y como en los días previos a la invasión de Irak se hizo perfectamente claro), la megademocracia liberal representativa post Daniel Bell, es el sistema en el que siempre "se puede", pero casi nunca "puedes" (a no ser, claro, que pertenezcas o estés socialmente cerca de las élites político-económicas dirigentes, bien mediante chequera o bien mediante filiación sociopolítica). Y luego, cuando se llegue a algún punto anómico transdurkheimniano, ya habrá tiempo de echar la culpa a la sociedad, a ella o al primer pazguato que pase por allí cerca. Hasta entonces a escuchar a la orquesta.