22 de mayo de 2006

2006: El Festival Ateniense

Extraño (pero a la vez típico) festival el de Eurovisión 2006, el cual tras el súbito cambio de planes terminó desencadenando lo habitual, aunque más pausado.

Había mucha expectación en ver que montaba la ERT tras años y años queriendo organizar el festival en Atenas. Quizá lo principal que se puede decir en referencia a los aspectos no musicales de esta edición es que la ERT le ha puesto esfuerzo a la organización del festival, procurando superar el show estándar y poco innovador del año pasado en Kiev. Sin embargo, parece que los griegos, ya curados de su afán de protagonismo internacional tras la victoria en la pasada eurocopa de fútbol y la organización de los juegos olímpicos, no derrocharon creatividad precisamente para ofrecer un espectáculo que como se comprueba en un montón de detalles copia muchos elementos de la fenomenal edición de 2004. Por todo ello, quizá el sabor de boca (al margen del nivel musical) es que se podía haber hecho un festival mucho mejor. De todas maneras, a mis ojos ha habido aciertos y también errores.

Entre estos últimos está el logotipo y el inicio (el opening...) que me parecieron muy facilones y sosos, ahí sin duda decepcionaron.
El escenario, por contra, me sorprendió gratamente, muy chulo y de muchas posibilidades a la hora de dar realce a las interpretaciones de los representantes de los países (el efecto de bombillas en la oscuridad que montaron para ByH fue, v. gr., buenísimo).
El espectáculo de apertura de la semifinal con los dioses griegos y las canciones de ediciones pasadas me pareció muy trapero (aunque la idea era buena); el de la final fue algo mejor, pero recordaba demasiado a las ceremonias de apertura y clausura de los JJ. OO. (v. gr. cuando los presentadores llegaron volando), está claro que no se mataron mucho a la hora de idear. La actuación de Helena Paparizou, aunque en inglés, estuvo bien.

La presentadora: muy comedida e institucional. Estuvo mejor en la semi, en la final sólo pareció realmente simpática cuando contestó al portavoz del jurado esloveno que vestía la camiseta del Marry Me. Ahora, la chica está muy bien y lo hizo correctamente. Sin más.
El presentador: genial Sakis (¡qué descubrimiento fuiste, chaval!). Simpático sin querer protagonizar el programa. Correcto sin ser soso. La chaqueta dorada que vistió en la final estaba un poco fuera de lugar, estaba mucho mejor con la de cuero negro y la camisa blanca que lució en la semi.
La estructura de las tarjetas de presentación eran una copia de las de Estambul (es que ese festival fue espectacular y realmente marcó) con la chica sonriendo, sólo que esta vez en lugar de pétalos de rosa utilizaron el elegante (y mucho más talasográfico y, en consecuencia, griego) recurso del corazón saliendo del agua.
En general el look & feel del festival era realmente helénico y estaba bien pensado, aunque como digo me hubiera esperado un poco más.
Del espectaculo del intermedio, pues nada, como es habitual TVE no nos dejó verlo y metió anuncios evidenciado el talante cutre y poco profesional similar a cuando dejó que los comentaristas destrozaran la retransmisión de la Ceremonia de Clausura de los juegos olímpicos de Atenas de hace dos años, o cuando nos dejó sin media carrera de la final de 1500 en Atlanta 1996 (y eso que estaba Fermín Cacho) o cuando sólo nos permitió ver el final del espectáculo de danza irlandesa RiverDance desde Dublín en 1994 (también por pasarse con la publicidad) o cuando otras muchas, muchas veces.

En general el nivel de las canciones era bastante inferior al del año pasado. Lo peor sin duda fue la epidemia de sonidos ABBA. Si últimamente Suecia acostumbraba a llevar una canción del estilo ABBA o se intercambiaba ese papel con otro país (como el año pasado con Bosnia y Hercegovina) este año no menos de media docena de países llevaban canciones que eran auténticos refritos (más o menos procesados) del cuarteto sueco al que van a acabar quemando. Por otro lado, y a nivel general, se constata que la moda étnica va de bajada tras tres años dominando el panorama, y se evidenció, en cambio, el triunfo del gusto por las coreografías a lo break-dance, el color blanco y las percusiones; elementos éstos que ya aparecieron el año pasado en Kiev. Y a eso hay que unir la predilección por los fuegos artificiales que estaban presentes en un imporante número de actuaciones, como la ganadora.
Resulta curioso comprobar como estas modas se implantan en plan generalizado sin que quepa suponer que los distintos países se pongan de acuerdo para ello.

Respecto al nuevo formato de dar los votos sumando automáticamente en el marcador los puntos del uno al siete, de manera que el portavoz del jurado sólo dé con voz el 8, 10 y 12, decir que le quitó magia al festival (ese no poder oirse el soniquete de los "points"...), pero reconozco que algo había que hacer ya que con tantos países la votación se hacía eterna. Lo que pasa es que mi propuesta iba más a encaminada a recortar países (a los actuales, seguramente haya que sumar el año que viene a Montenegro y a la República Checa; y puede que también a Georgia y a Azerbaiyán), y no tanto el tiempo o el mecanismo de voto. No me parece muy oportuno que los países eliminados en la final voten en ella, aunque así aumentando el universo de televotos teóricamente se esté democratizando la elección.

La portavoz del jurado español fue correctísima. Tras años dando el espectáculo (si bien los dos últimos con Anne Igartiburu, no, aunque no porque lo hiciera especialmente bien) con errores y fallos clamorosos (como cuando en el 94 la portavoz española quiso dar puntos a Checoslovaquia, cuando ese país ya no existía y por supuesto no estaba participando), la presentadora ésta de Gente estuvo simpática y acertada. Por favor que esta chica siga.
Eché de menos a Serbia y Montenegro (que no participó tras un follón impresionante de intencionalidad probablemente política puede que orquestado por ese mal elemento de Djukanovic en relación con el referéndum de independencia montenegrino) y a Hungría.

La semifinal tuvo un nivel bastante pobre, precursor del que iba a tener la final. En general pasaron a la final las mejores con un par de excepciones (una de ellas escandalosa). Así, de las que no pasaron se puede decir:

Bulgaria: Una gran voz para una canción más que aceptable (sobre todo teniendo en cuenta el tostón que enviaron el año pasado). La chica la cantó bastante bien, al límite de sus posibilidades vocales (hubo un par de amagos con berridos a lo Beth, pero los sobrellevó bien). Tenía pequeños aires balcánicos, pero éstos eran muy suaves, de manera que cantada en inglés no desentonaba en absoluto. Una pena que no pasara a la final, era de las mejores.

Eslovenia: No. Canción tremendamente plana y fría. Tenía su toque ABBA (como no) y, en general, era deudora de resabios setenteros, a los que se les había aumentado el ritmo a uno más frenético para realzar lo discotequero del tema. La puesta en escena como bien señaló Isabel era una copia descarada de la que presentó Sakis en Estambul hace dos años (vaqueros+ chaqueta blanca, ballet de tías espectaculares -aunque a mí no me parecieron tan espectaculares-, manos de pretendida viciosidad recorriendo los muslos del cantante, etc.). Quedó algo cutre. Cuando uno no es Sakis lo mejor es no intentarle copiar, porque al hacerlo las carencias propias quedan muy evidentes. Para colmo el directo del cantante fue bastante deficiente y había veces que parecía sobrexcitado, y eso se notaba en la voz. Suerte al año que viene (y la necesitan, ya que desde que está el formato de semi + final Eslovenia nunca ha llegado a la final).

Andorra: Interesante canción e interesante voz para una puesta en escena atroz. El juego de color del blanco de las chicas del ballet con el negro en el que iba envuelta la cantante no me gustó nada. La coreografía estaba descompensada, parecía que la cantante era sonámbula yendo de un lado a otro del escenario repitiendo como una posesa el "sense tu" y caminando además intentado movimientos pretendidamente sensuales y seductores, pero que recordaban más a una apisonadora. Eso por no hablar del número de las sillas, las medias y los ligueros en plan 9 semanas y media, por favor... qué cutre! Sinceramente creo que esta canción no estaba nada nada mal y la cantante era buena, pero (y aunque era difícil que pasara a la final: cantar en su idioma, pocos vecinos), la puesta en escena la hundió irremediablemente, sólo le votó España (probablemente sólo Espanya).

Bielorrusia: De lo peorcito. Una canción estridente como pocas, sin casi esquema musical alguno. Su aspecto industrial + el ballet de "chicos de la calle" en plan StreetFighter (una constante en este festival) me pareció bochornoso. La chica, por muy nominada que estuviera al "Concurso de Canciones Patrióticas de San Petersburgo" (¡qué golpe! esto es para no olvidarlo nunca, porque es verdad que este certamen existe, no es una coña) bastante mal también. Bielorrusia que tuvo un más que notable debut hace dos años con la chica aquella medio elfa y el guitarrista simpático que la acompañaba, no hace más que decepcionar. Desde luego con este espanto de canción formaliza su plena adhesión a la CPCE.

Albania: No estaba nada mal la canción albanesa de este año, aunque peor que la del año pasado. En el directo el chaval lo hizo bastante bien, ahora que el coro de coleguitas a su izquierda y el grupito de venerables músicos vestidos con trajes populares albaneses a su derecha chirriaba demasiado y no daba el pego de la imagen de mixión armónica de tradición y modernidad que parece era la intención de la canción. Sinceramente me dio pena que no pasara ya que además estaba cantada íntegramente en albanés. Como cosa curiosa notar que el cantante lucía un crucifijo al cuello, algo que llama la atención tal y como están las cosas por el área balcánica con las negociaciones sobre el futuro de Kosovo desarrollándose a total cara de perro (eso por no hablar del espectáculo de juzgado de guardia que ocurrió en la fallida preselección de Serbia y Montenegro).

Bélgica: El batacazo de la noche. Es lo que tiene ir de gran diva, que cuando no triunfas el fracaso es mucho más sonoro. Tanto con Kate Ryan, Kate Ryan y la verdad es que la canción era de lo más normalita. Además de la maniobra de despiste de poner el título en francés, cuando el resto de la canción era en inglés, el tema belga no es ningún ejemplo del techno-disco galo, sino una versión refinada y bastante trillada de sonidos ABBA (ya basta, de verdad) muy similares a casi cualquiera de las canciones que Suecia ha acostumbrado a llevar al festival en los últimos 7 años. Era una propuesta muy poco arriesgada y la canción además parecía la sonorización de un error de redundancia cíclica por lo repetitivo del esquema musical. Adicionalmente la puesta en escena de superdiva no me pareció especialmente acertada, daba la impresión de prepotente. Creo que fue eliminada con justicia.

Chipre: En vista del fracaso del año pasado con lo movidito, Chipre volvió a lo melódico con esta balada que es sosa hasta decir basta. La chica tiene una potencia vocal no desdeñable, pero los momentos en los que la luce en la canción parece que están metidos con calzador. Es un tema que tiene toda la pinta de haber sido compuesto sólo para lucir la voz de la cantante. No les culpo, pero al menos que hagan algo atractivo y no esto. De las peores sin duda.

Mónaco: Mónaco que el año pasado trajo una balada muy buena que fue ignorada por los televotos, sacó este año una canción blandísima de aires isleños. La propuesta es simpática y la cantante (jovencísima y muy parecida a Chenoa) lo hizo regular, desplegando complicidad con las cámaras, pero haciendo ostensibles las limitaciones de su talento vocal. Quedaba original, pero la canción no daba mucho de sí. Mérito: en francés y con parte en lengua polinesia.

Polonia: La gran injusticia. Pedazo de canción la de Ich Troje que inexplicablemente no pasó a la final. Me encantó.

Ich Troje 1 Recuerdo que cuando participaron en 2003 con Keine Grenzen/Zadnych Granic no les presté mucha atención y que luego tras señalármela Víctor diciéndome que a su madre le había encantado, me fijé más en ella hasta convencerme de que era una de las 7 grandes canciones de aquel año (festival el de ese año que fue muy bueno). La canción que trajeron esta vez es diferente a la de 03. Es muy redonda y está muy cuadrada (no hay contradicción en ello) a pesar de estar compuesta de una mezcla de ritmos (rap, himno...) y de idiomas (polaco -preeminente-, inglés y una docena de palabras en español). El sonido es buenísimo. El conjunto de voces suena genial, la voz ronca del cantante está perfectamente envuelta por las de los demás miembros del grupo y además hicieron un directo espectacular.

Ich Troje 2De propina, la puesta en escena a lo carnaval veneciano, que siendo atrevida y con ganas de destacar, era elegante y de muy buen gusto, nada que ver con los intentos de llamar la atención mucho más zafios y descarados de otros países. Una completa injusticia que no pasara a la final. Sin duda es una de los tres temazos a recordar de este año. Vamos, si tuviera el santuario a mano buscaría alguna foto de Cracovia, Sopot o Gdansk para ponerla como homenaje. Me supo fatal no poder volver a verlos en la final, no pasaron por poco (se quedaron en el puesto 11 en la semi).

Ich Troje 3

Ich Troje 4

Ich Troje 5

Ich Troje 6

Países Bajos: Ritmo veraniego para un canción que se hacía larga, repetitiva y cansina. Las chicas le ponían mucho entusiasmo con los timbales, pero esto es Eurovisión y no el cásting para coger la canción para el anuncio de este verano de las Pringles, donde estoy seguro de que habrían arrasado. Con la de canciones buenas que han llevado los Países Bajos, llevan años completamente perdidos.

Portugal: Los portugueses evidenciando desesperación por intentar mandar algo que triunfe medianamente presentaron una impresentable canción pop planísima. Actuación sosa, sin gracia alguna y que para colmo estaba respaldada por una puesta en escena de colorido estridente que no era más sino una evolución ultramoderna del estilo cutre de aquellas chicas superguays que cantaron por Croacia en el 97. Muy, muy mal.

Estonia: Una tipa a lo barbie con una canción que no era fea, pero que no era nada diferente al modelo de canción típica del norte de Europa: rítmica y donde la voz se esconde tras las notas. pensé que pasaría a la final, aunque no por mi deseo. No lo hizo mal, pero, en cualquier caso, era Estonia y me da bastante poca pena el que no consiguiera pasar el corte.

Islandia: Patética. Una indefinible "cantante" que fue allí para hacer partícipe a todo el mundo de lo fashion que es ella, riéndose del festival y de los espectadores en su cara y metiendo vulgaridades a la americana en la letra de la canción para hacerse la alternativa y la contraculturante. Tendría que establecerse una moratoria de años sin invitar a los países que se atrevan a perpetrar algo así. Para colmo decir que España le dio ¡¡¡¡5 puntos!!!! (y ni en Valencia ni en Baleares hay colonia islandesa a quien echarle la culpa) mientras que únicamente le dimos un punto a ByH y sólo 4 a POL.

En cuanto a las de la final:

Suiza: Una canción agradable, hecha por agradables personas para agradar y acariciar el oído de los agradables espectadores; quizá por todo eso a mí me desagradó. Un tema a lo himno en plan Paz en la Tierra o Los Niños del Mundo que cantaba Perales. Es una canción correcta pero que dice muy poco. A mis ojos y oídos la demeritó el que fuera tan proyectada, tan pensada, eso de reunir a un cantante de cada esquina de Europa para formar un grupo que cantase una canción que, para colmo, es en inglés queda demasiado forzado, demasiado pensado. En fin.

Moldavia: Los moldavos que sorprendieron el año pasado, decepcionaron en éste con una canción a lo gracioso jugando con palabras en español. El ritmo (aunque suave) es pegadizo, pero la canción en sí tiene muy pocas pretensiones. El ballet me gustó, era apropiado a la canción. Quedaron más o menos donde se merecían.

Israel: Un medio góspel sin oficio ni beneficio. No me gustó prácticamente nada. La canción no mantenía uniformidad en su desarrollo, pero tampoco sorprendía, era un engendro musical tremendamente aburrido que incluso debía haber quedado peor. Hasta el año que viene.

Letonia: Realmente fueron originales sin ser estridentes con un coro de voces a cuasi-capella que quedaba bastante raro en medio del festival. Sin embargo y, a pesar del notable mérito de los cantantes, la canción se convertía en un tostón infumable. Para colmo de males, en inglés. De verdad, necesitamos una operación de cirugía geopolítica para extirpar a la CPCE de Europa, pero ya.

Noruega: Insólitamente Noruega cantó por una vez en noruego. Una canción de aires celtas y de potencia vocálica muy comedida. La chica no lo hacía nada mal y la puesta en escena era adecuada (uno de los pocos ejemplos de la noche en que canción y puesta en escena se correspondían armónicamente). Hasta cierto punto podría decirse que les falló el haber salido al principio (con esa media docena de canciones paupérrimas del principio) y sobre todo, el haber pasado ya de moda el estilo celta. Esta canción a mediados de los 90 podría haber ganado (recordemos NOR 95 o IRL 96). Lástima.

España: ¿Qué decir? La canción era la que era. Ellas eran y son las que son. TVE es la de siempre. Pero a todo eso se añadió una actuación horrorosa, de escándalo. Si la canción no exige gran voz, es que las niñas éstas ni siquiera se molestaron en cantar, parecía que hablaban, y además en plan desganado, como si estuvieran somnolientas o con resaca. El numerito de las sillas de oficina (IKEA: redecora tu vida, TVE redecórate, ¡YA!) fue la guinda a todo un despropósito. Recibimos el 12 de Andorra y un sorpresivo 6 de Albania, y punto. Realmente al ver el paupérrimo inicio del festival pensé que pasaríamos más desapercibidos con esta penosidad, pero no. Como bien apuntó Isabel M., Beatriz Pécker se quedó atónita al contemplarlas y lo evidenció no comentando absolutamente nada tras su actuación y diciendo rápidamente: bueno, vamos con la siguiente canción.
Venga, el año que viene más díficil todavía, que sólo nos vote Andorra.

Malta: Canción simple y barata. Un refrito discotequero y rítmico (y van...) de ABBA, y esta vez además apenas disimulado. Muy mal. El directo del cantante fue peor a cuando participó en 2001 y si en aquél tiempo era un pipiolo que despertaba simpatía esta vez iba en plan más chulito y no despertaba la misma simpatía. No. Suerte en la próxima.

Alemania: Un sorpresivo tema country muy bien ejecutado. No es que me guste mucho este tipo de música (que ya se ha llevado otras veces a Eurovision v. gr. DIN 01), pero la verdad es que lo hicieron muy bien. No estaba nada mal. El único "pero" fue la puesta en escena. Esos cáctus de lucecitas para simular el oeste americano eran demasiado cutres, se parecen mucho a las figuras de neón que hay en los letreros de los clubes que hay en la carretera en la A-2 poco antes de llegar a Guadalajara. Los alemanes mucho mejor que el año pasado, que sigan así.

Dinamarca: Muy gracioso y muy bien interpretado tema de medio homenaje al twist. Pensé que quedaría mucho mejor. La chica en concreto era muy simpática y cantaba bien. La coreografía sin ser espectacular era agradable de presenciar. Era para haber quedado entre las 10 primeras. ¡Qué pena!

Rusia: No entiendo que le vio la gente a esta canción para que quedara segunda. Ni me parece que el chaval cante bien, ni la canción es especialmente llamativa, ni la coreografía es especialemente acertada, ni nada de nada. Y eso de que se parece a Bon Jovi, en fin, Inma o Vanessa podrían leerles la cartilla respecto a ese sacrilegio. Por otra parte (aunque no es nada nuevo decirlo) cada vez cansan más los 12 de LET, UCR y BIE a Rusia nieve o llueve (igual que el 12 de AND a España, el de CHP a Grecia, el de ALE a Turquía...).

Macedonia: Canción sin mayores pretensiones pero que me gustó mucho. De hecho, dado el nivel de festival era de las cinco o seis que más me gustaban. La chica lo hace bien. El ballet de superguays con break-dance está más justificado que en otras actuaciones y el ritmo (aun siendo muy repetitivo) tiene originalidad por los acordes de regusto balcánico. Pensé que quedaría mucho mejor. Está en inglés, pero con parte en macedonio. Notar que durante todo el festival, tanto en actuación como en votaciones, la ERT dejaba muy claro lo de FORMER YUGOSLAV REPUBLIC. Nada de iniciales, ni FYR, ni ARY, ni por supuesto MACEDONIA a secas. Y es que los griegos aún se creen que son los mismos que participaron en la guerra de Troya (aunque no les va del todo mal con ello). Pese a todo el portavoz del jurado macedonio intento hacerse el simpático con los presentadores, y Sakis le devolvió el gesto; un detalle amable.

Rumanía: La canción más discotequera de todas. Suena muy bien (mientras la oía me la imaginaba en el Medaigual y en el Subsuelo). Como apuntó la comentarista llama la atención la buena voz del cantante (creo que dijo que era de más de cinco octavas). Aunque para mí no cantó muy bien, sí desplegó esa buena voz. A pesar de estar en inglés, las cinco frases en italiano le dan un toque muy oportuno. Rumanía lleva años currándose mucho tanto canciones como puestas en escena, siempre en la línea de lo discotequero y lo moderno. Tienen que ganar más tarde o más temprano.

Bosnia y Hercegovina: La otra gran canción de este festival junto con la polaca y la finesa.

Hari Mata Hari 1Debo decir que rompiendo una tradición de años, para el día de la semi yo ya la conocía.
Hace varias semanas que me enteré de que la canción bosnia de este año estaba compuesta por Zeljko Joksimovic y eso supuso la activación de múltiples sentimientos contradictorios y rupturistas. Así que para cuando llegó el día de la semifinal, me sabía la canción de memoria (literalmente).
El tema en sí es una balada preciosa de sabor muy balcánico made in Zeljko Joksimovic, pero no es ningúna copia musical de Lane Moje, son temas muy diferentes (desde luego como Lane Moje ninguna).

Hari 2La voz del cantante es envuelta por los instrumentos de fondo tejiendo musicalmente un crescendo sumamente atractivo. La puesta en escena sí que realmente es una copia parcial e indisimulada de la que llevó el mismo Zeljko en Estambul hace dos años con los instrumentos entrando poco a poco. Hari la cantó mejor en la semi que en la final (y por supuesto, en serbocroata). Para mí era la mejor, y si no es por la CPCE que prácticamente la ignoró en sus votos (más la inestimable ayuda del televoto español que sólo le dio un mísero punto) podría haber optado a más que el tercer puesto que consiguió.

Hari 3

Hari 4
Hari 5
Hari 6

Lituania: Cutre hasta decir "LITUANIA". Menos mal que al final el rumano y la sueca les adelantaron en la clasificación, porque al principio parecía que iban a entrar en el podio. Si intentaban hacerse los graciosos con el "We are the winners of Eurovision", a mi no hicieron ni pizca. La música no suena mal, hasta ochentera. Pero ellos son lo peor. Dignísimos representantes de la tríada de oro de la CPCE. Y la pose lineal en plan Il Divo, por favor...; les habría pegado mucho más algo de los Inhumanos. De verdad, extirpémoslos del continente, lo fundamental en estos casos es coger el mal a tiempo, porque si no se extiende.

Reino Unido: La puesta en escena de las niñas-porno como advirtió Miriam P. (realmente son una mezcla entre las lolitas japonesas, las figurantes del video aquél de colegio pijo de Britney Spears y cualquiera de las repelentes crías de las superseries -artefactos publicitarios de insulsidad cada vez más descarada, más bien- españolas del tipo Los Serrano, Hospital Central, Aquí no hay...) no me gustó nada. Sin embargo, si escuchas la canción intentando borrar de tu mente el número que montaron, la canción no es tan mala. El Reino Unido lleva años perdido, claro con tanta canción en inglés se les acabó el chollo de tener una lengua internacional, aunque también es cierto que el problema es más de la calidad de las canciones que envía la BBC que de la lengua inglesa, ya que a Irlanda no le va tan mal.

Grecia: ¡Qué decepción con Anna Vissi! Desastrosa balada y desastrosa interpretación (el momento en el que casi se comió el suelo intentado ser una versión apasionada de Juan Pablo II cuando besaba las pistas de los aeropuertos fue cutrísimo). Aunque yo me esperaba algo más bailable, si era por canciones lentas o baladas esta no le llega a la rodilla a algunas de la misma Vissi como Dodeka, To Koritsaki Sou o Eleni. Muy poco griega, muy decepcionante.

Finlandia: Tras haberlo intentado todo (ya no para ganar, sino para quedar medianamente bien) absolutamente todo (folk, balada, latino, celta, disco, rock, tango, pop, solista, grupo...) Finlandia apostó por casi lo único que le faltaba: el heavy, y ganó.

Lordi 1En la semifinal me gustaron, y en la final todavía más. La puesta en escena es genial y a ella se debe sin duda buena parte de su triunfo, pero la canción es realmente muy buena. Junto a ByH y POL era el tercer gran tema de este año. El sonido es excelente y la cantan muy bien. La voz de la chica de los teclados de fondo (muy típica del género heavy) da el contrapunto perfecto a la del vocalista y es genial para realzar el sabor terrorífico-medieval que tiene la canción. Me gustó mucho que ganaran (y sobre todo que haciéndolo derrotaran al ruso).

Lordi 2Viendo el resultado y teniendo presente el auténtico peregrinaje en el desierto que ha tenido Finlandia durante sus 45 años en el festival, se puede pensar en qué habría pasado si hace unos años la televisión finlandesa se hubiera atrevido a enviar a los Nightwish como en principio pensó. A ver si los fineses que tan aficionados a Eurovisión son tiran la casa por la ventana el año que viene en Helsinki.

Lordi 3

Lordi 4
Lordi 5
Lordi 6

Ucrania: No. Una tipa algo chulilla intentado muy descaradamente ser Shakira y modulando la voz para intentar reproducir los característicos quiebros vocálicos de la colombiana, pero sólo consiguiendo con ello algo así como relinchos de yegua desbocada por las llanuras del Dniéper. A parte de ella, la canción me pareció especialmente repetitiva y no me decía nada. Mejor olvidar.

Francia: Tras la experiencia del año pasado en plan innovador, batacazo de Francia volviendo a las tierras interpretativas de Cèline Dion (sin bien es verdad, que no totalmente) con una voz muy buena a la que le falló el tema. Entre tanto tema en inglés los orgullosos franceses están perdidísimos desde hace una década.

Croacia: Fue de las que más me gustaron de las que no habían pasado por la semi. De todas las canciones de tipo folclórico de la noche (moda que parece ir de bajada tras tres años de casi dominio total) era la más pura junto con la bosnia. No es un folk de tipo comercial, sino uno mucho más genuino, y ella en medio de los músicos tradicionales con esos taconazos y la falda roja a trizas (aunque esta moda de Estambul 04 ya pasó) le daba un toque muy original. Además en serbocroata. Tenía que haber quedado mejor.

Irlanda: Tras un año de paréntesis probando otras cosas, la cabra irlandesa tira al monte. Balada de toda la vida para llenar el hilo musical de las pseudo tabernas irlandesas que florecen por doquier. Cuando la vi en la semi no me gustó nada, me pareció muy aburrida. Pero como luego salió la chipriota el efecto fue: ¡qué bonita Irlanda! Realmente la canción tiene un toque de nana infantil que compensa en parte la sosez de su desarrollo melódico y el cantante (sin una particular proyección de voz que la canción en sí no le exige) no lo hace mal.

Suecia: Así como Kate Ryan no, Carola sí hizo valer sus tablas. Una interpretación brillante (quizá la mejor de la noche) de una canción que pese a ser fácil y, como no, heredera del estilo ABBA (pero bueno, es que al menos eran suecos) tiene muy buena factura musical. La puesta en escena estuvo francamente bien con las banderolas a lo Alexandros Panayi de fondo. Fue de las que más me gustaron. Si no hubiera sido tan ABBA (más que nada ante la profusión de ese sonido entre las canciones de ese año) se hubiera unido en mi lista particular a ByH, POL y FIN, porque además el chorro de voz de la sueca lo vale. Pese a todo, está muy bien, era de las seis mejores. Sabía perfectamente que a Víctor le iba a encantar, como sabía exactamente qué significaban los toques de Isabel en la semi, es lo que tiene el telequinésico feeling forero, aunque alguna que otra vez falle.

Turquía: Sorprendieron los turcos con una canción un poco inclasificable a la que turquizaron rápidamente con ese intermedio folclórico. Aunque al principio parece que sólo mete berridos, la turca realmente no canta mal y además está en turco. No me disgustó.

Armenia: Curioso debut de los caucásicos armenios con una canción folclórica, pero que pierde sabor al estar cantada en inglés. España le dio el 12 en la semifinal (al no estar Rumanía, Lavapiés no tenía a quién votar). El chico no lo hace mal, aunque su voz no sea especialmente meritable. Hay que decir que realmente fue de lo mejor de la semi (y es que el nivel era bastante pobre). La puesta en escena resultó chocante pero poco innovadora (lo de las cintitas después de tres años ya cansa). Por cierto, me pareció que al final (en la semi) se hizo un lío (aunque lo disimuló bien) con las cintas de la coreografía, haciendo recordar al equipo español de gimnasia rítmica por conjuntos en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 cuando se les enredaron las cintas en el ejercicio de los tres aros y dos cintas.

En fin, un festival de aprobado para abajo, musicalmente peor que el del año pasado. Esperemos que no sea mejor que la edición de 2007 ,sino que ésta la supere. Tras tres años alejados del báltico, el año que viene Eurovisión vuelve allí, aunque no a los países de costumbre, sino a Finlandia, el verso suelto de la Escandimafia. Habrá que verlo.

19 de mayo de 2006

¿Prometer?

Se supone que una promesa se hace para cumplirla. A no ser que forme parte de un conjunto de elementos racionalizados por una mente que tenga por único plan de actuación uno basado por encima de todo en una lógica instrumental (más o menos nazi; aunque realmente se llevan poco), la formalización social y ética que da vida a una promesa sólo tiene sentido cuando hay una expectativa primigenia, así como teleológica de llevarla a buen puerto, de materializar lo que se promete. Por tanto, las promesas están volcadas al futuro y de hecho -y en otro nivel- cuando se habla de una "joven promesa" lo que se hace es referirse a alguien que puede ser una estrella, pero que todavía no es, aunque apunta maneras. Las promesas están diferidas en el tiempo, son un presente futurible.

Aunque a primera vista parece que las promesas son fundamentalmente propias de la persona en tanto que sujeto individual, la verdad es que las promesas tienen una gran vocación social. De hecho, las promesas son un compromiso explícito que, efectuadas en condiciones de sinceridad (entendida ésta como el impulso psicológico y ético de reducir al máximo la posibilidad de contradicción entre el hablar, el pensar y el actuar), enriquecen y facilitan las alianzas entre las personas; a su manera refuerzan el tejido social (tanto a nivel microsocial, como macrosocial).
Bajo esta premisa, en el instante en que uno da su palabra a otro (promete algo) se está obligando a cumplirla; las promesas te atan, te imponen y te restringen el campo de actuación futura, marcándote límites y, sobre todo, estableciendo una metas concretas (el contenido de la promesa) a las que llegar, unas meta que cumplir; hacer una promesa en cierto sentido supone trazar un camino de actuación futura más o menos borroso o más o menos largo. Sin embargo, hay que decir que las promesas pese a restringir las posibilidades de actuación (establecen un punto al que hay que llegar; el cumplimiento de la promesa, el contenido de la promesa), dejan camino para la acción libre. Esto es así en la medida en que en la promesa como se ha apuntado se dan dos estadios de realidad, dos estadios temporales: el momento en el que la promesa se formula (1) y el momento en que se cumple (2).
Es esta condición diferida de la materialización de las promesas, su carácter de presente futurible (que podría relacionarse -muy libremente, eso sí- con las nociones aristotélicas de "ser en potencia" y "ser en acto"), la que las dota de inestabilidad psicosocial puesto que al formularlas las promesas se toman en serio, pero realmente no serán verdaderas promesas hasta que se cumplan. No puede ser (y tampoco se puede ser) siempre una promesa (formulada), si pasa el tiempo y no la cumples (o te cumples) se convierte (o te conviertes) en una mentira. En tal sentido, la libertad de acción referida deriva de este hecho, tras formularla, puedes cumplir la promesa o no.

De todas maneras, esa libertad señalada no es para nada totalmente autónoma. Así, pese a su carácter diferido en el tiempo (su condición de presente futurible) las promesas, como se apuntó al principio, atan y condicionan y obligan a su cumplimiento; y esto es así (además por el esperable -y quizá, quizá, deseable- imperativo de sinceridad acerca de obrar conforme a la ética de raiz kantiana) porque en el esquema de la versión más común de las promesas suele estar presente (vocación social de las promesas) una segunda persona además del que promete algo. Sí, en una promesa estándar, además del sujeto que la formula, existe otro que es el que recibe la promesa (al que se le hace la promesa); el que toma conocimiento de la misma cuando ésta se formaliza (el que se la cree) y el que como signo de formalización deposita un cierto nivel de confianza en el sujeto formulador de la promesa. Dicho volumen de confianza se basa concretamente en la presunción de que en el ánimo ético del formulador de la promesa ésta la intención de cumplirla, la "autoobligación" de materializarla.
Así, el que recibe una promesa cree y confía en que el horizonte accional del que da la palabra se encuentra en la meta que la promesa marca, suponiendo entonces que los movimientos del formulador irán destinados a la meta (al cumplimiento de la promesa). En tal sentido, es este sujeto receptor de la promesa el que principalmente espera que la promesa se cumpla, el que espera que el formulador llegue a la meta que supone la promesa.
Sin embargo, el protagonismo del receptor de la promesa no acaba en esa actitud de espera, puede hacer otras cosas. Así, en el caso de que no se lleve a buen término la promesa (que no se cumple en los términos en los que fue formulada, que no se alcance la meta marcada, que no se cumpla) el sujeto receptor, que es el que deposita la confianza y el que espera que se cumpla con la palabra que se le ha dado, se sentirá engañado. Ante esto, la reacción normal que cabe esperar de este receptor respecto a este sentimiento (o certeza) de engaño que experimenta tras el incumplimiento de la promesa que recibió, suele ser (aunque no siempre de manera automática) una condena ética, mental, social o sentimental, del formulador e incumplidor de la promesa. Siendo quizá la manifestación más común (y fácil) de esta condena la pérdida de confianza en el sujeto incumplidor.

Es esta condena (así como su sola amenaza) la que suele asegurar, en parte, que el incumplimiento no se volverá a producir por parte de la misma persona o, al menos, que la actitud de incumplimiento no se convertira en habitual, ya que la existencia y aplicación de esta condena, hace saber al que rompe una promesa que su actitud no le saldrá gratis.
Y no lo hará en ningún caso, porque en la posibilidad de un quebrantamiento de una promesa, las dos actitudes que puede adoptar el formulador implican costos:
1) Si intenta tapar el incumplimiento escudándose en una mentira (lo cual tiene una relativa efectividad en un primer momento) se convierte en alguien vulnerable, ya que como señaló Kant el nacimiento de la mentira está acompañado indefectiblemente del riesgo de ser descubierto. Y si posteriormente una mentira se intenta cubrir con otra, la vunerabilidad aumenta proporcionalmente. La mentira acaba atrapando.
2) Si asume sin más el incumplimiento (aun cuando lo intente justificar alegando v. gr. que las circunstancias en las que formuló la promesa han cambiado respecto al tiempo en el que toca cumplirla) o incluso repite este comportamiento haciendo promesas y luego no cumpliéndolas, puede ocasionar que el segundo individuo (el engañado, el traicionado) llegue a decidir finalizar la relación mantenida con el primero, rechazando a éste último, por tanto, como contraparte para una relación; ya sea ésta de tipo amistoso, sentimental; o, incluso, sexual o alguna contractual de otro tipo.
Es por ello, que la dinámica "prometer y no cumplir" no es para nada gratuita.

Este análisis se altera (aunque no debería, no debería) cuando el destinatario de la promesa es la misma persona que el sujeto que la formula, cuando las promesas se hacen a uno mismo. En ese caso la capacidad efectiva de la condena como respuesta a un incumplimiento no es tan tangible como en el caso de la promesa estándar.
Uno puede, ciertamente, autoengañarse originando una reacción condenatoria (v. gr. la pérdida de confianza en uno mismo); pero en este caso, como existe la imposibilidad ontológica de rechazarse como sujeto incumplidor de las promesas (no se puede poner fin a la relación como en el caso anterior, debido a que el que da la palabra y el que la quiebra son la misma persona), esa plausible condena apenas posee efectividad alguna, porque se sabe que no se puede llevar hasta las últimas consecuencias (la ruptura de la relación).
Ello lleva a pensar en si las promesas privadas (entendidas como aquellas que se hacen a uno mismo) son verdaderas promesas, ya que si las promesas se basan en un compromiso explícito -una meta establecida- ( y por tanto, podría decirse que un compromiso "público") y si su principal factor regulador es su estructuración con arreglo a un microsistema de tres elementos (formulador+promesa+receptor) en el que una acción (el incumplimiento) puede generar una reacción (la condena); si aceptamos todo eso digo, quizá no sería apropiado hablar de promesas a uno mismo, sino sólo de ficciones o restallos de pensamiento.

Sin embargo, esto último no es terminantemente cierto ni generalizable, ya que una persona puede perfectamente marcarse objetivos (hacerse promesas) y orientar sus energías y capacidades hacia su consecución, pudiendo alcanzarlos o fracasar en su intento.
En ese caso, podría entenderse que lo que se produce es que el individuo al marcarse esos objetivos (al prometerse a uno mismo) lo que estáría haciendo es formular una promesa, pero no una estándar (no una genuina promesa), sino un tipo de promesa ficticia ya que fácticamente no es formulada (al no haber contraparte exterior a uno mismo, no hay a quién formulársela). No responde a un compromiso explícito, sino que éste tiene carácter implícito.
El caso es que, aun implícita, este tipo ficticio de promesa comparte las potencialidades descritas en el caso de la promesa estándar; y así, ante su incumplimiento (conceptualizado como el fracaso en la consecución de los objetivos marcados) es capaz de suscitar una reacción de condena, viniendo ésta no de la contraparte ni del receptor (ya que no los hay, el receptor y el formulador son la misma persona, es una promesa a uno mismo, no es una promesa explícita, no es una promesa verdadera), sino de gente del entorno (familiares, amigos, compañeros) que aun no siendo contrapartes (no siendo verdaderos elementos estructurales del microsistema triádico en el que se apoyan las promesas), sí son testigos de este tipo ficticio de promesa (marcarse objetivos) con uno mismo y, en consecuencia, pueden emitir reacciones de desilusión, decepción, etc. (nunca de traición, ya que en puridad ellos no son contrapartes, no son receptores de la promesa, sino sólo testigos y no pueden sentirse traicionados) que el individuo (formulador y receptor a un tiempo) puede tomar como condena (implícita, eso sí) al quebrantamiento (la no consecución de los objetivos) de la promesa que se había hecho así mismo. En este sentido, los testigos se internalizan como una suerte de "contrapartes funcionales" de la autopromesa del sujeto en cuestión.

Sin embargo, aún habría que apurar un poco más, ya que lo ofrecido líneas arriba no cuadra con una situación perfectamente posible como es la de que una persona se marque objetivos (se haga promesas) que no sean conocidos por otras personas; y que, además, el intento de consecución de estos objetivos personales se haga más o menos en la sombra. En este caso no existiría la posibilidad de incluir de manera funcional a potenciales testigos en el microsistema que la promesa requiere, ya que no los hay. En este caso, parece que el individuo está solo.
Ello es inexacto, porque se está obviando el elemento importantísimo de la voluntad humana.
Sí, la voluntad del hombre puede llegar a sustituir a cualquier elemento ajeno al individuo e, incluso, ser hasta más efectiva que éstos últimos a la hora de condicionar y obligar al cumplimiento de una promesa. El problema está en que la voluntad humana es algo bastante inestable y posee, además, una alta maleabilidad que la hacen ser tremendamente sensible a las circunstancias en las que se produjo su conformamiento y en las que continúa produciéndose su formamiento.
De esta manera, algunas voluntades (las fuertes), por sus características ontológicas y estructurales, así como por la coyuntura temporal y contextual en las que estén insertas, pueden ser capaces de proporcionar un nivel muy alto de garantía en el cumplimiento de una promesa a uno mismo, otras no.
En cualquier caso, las características de fortaleza y valor de la voluntad humana no aseguran por sí mismas una respuesta satisfactoria ante una promesa privada. El verdadero quid del asunto lo constituye la necesidad de que la fortaleza de la voluntad del individuo que se hace una promesa a sí mismo esté relacionada con la dificultad de alcance de los objetivos que se fija (con el alcance de la promesa, con el verdadero valor de ésta). Cuando esas dos magnitudes presentan una diferencia ostensible (justificable o no, es indiferente) empiezan las dificultades.

Puede ser por ello que, a pesar de que hace tiempo que se hubiera salido de Manderley con el sano propósito de no volver allí nunca más, y tomando al efectuar esa acción un rumbo incierto en el que lo único que hubiera pesado hubiese sido el alejarse lo más posible de la metafísica mansión córnica, exponiéndose así de manera consciente (y hasta intencional) a la tormenta o incluso al cataclismo que pudiera desatarse y sufrise en el mundo exterior al de la mansión; los pasos te acaben traicionando.
Y así, con gastadas lágrimas en gastados ojos de una gastada visión de una no menos gastada vida, contemplas aparecer entre la niebla las herrumbrosas verjas de Manderley. Otra vez Manderley.
Y qué vas a hacer sino entrar, cuando conoces tan bien el lugar, cuando formas parte tan de él, cuando él forma parte tan de ti. Sin embargo, aunque las heridas temporalmente no sangren, todavía duelen, así que por un destello de consciencia miras el arco y los arañazos en él, marcas de un pasado demasiado reciente, y piensas: otra vez NO.
De manera que abres las verjas de Manderley, y entras, sí; pero resistes y te limitas únicamente a apostarte en el jardín. No entras en la casa. No lo haces, porque sabes que la entrada en la vieja mansión implicará ser subsumido en ella, y esta vez sabes que al hacerlo desaparecerás (inconsciente o conscientemente) de manera irreversible entre una presencia intangible, pero asfixiante (una presencia que, pese a todo, creastes tú mismo). Una presencia casi indomable que anula todo lo que no sea ella misma, una presencia que es tan real, tan obsesiva y puede que tan asesina como la de Rebeca de Winter.
Pese a todo eso, pero sabiendo todo eso; esta noche y mañana (probablemente -con toda seguridad- más tiempo) romperás una vez más la promesa y volverás a Manderley (pero, Kontuz: sólo al jardín).
Y es que, ¡qué perversa adicción es contemplar la primavera en Cornualles cuando ya se hizo una vez!, aunque se sepa que es casi irreversiblemente caduca. En cualquier caso, para lo bueno y para lo malo, desde el jardín puede que incluso veas mejor, te sientas mejor, y hasta puedas, llegado el caso, escapar mejor. Dejemos las verjas abiertas.

9 de mayo de 2006

Los Trompeteros de Jericó

López-Amor: La detención ilegal de los militantes del PP en la manifestación de la AVT "es el atentado más grave desde 1978"

Acebes: "Rubalcaba es la cara del mal"

Elorriaga: No hay ninguna duda de que Zapatero es el peor presidente que ha tenido la democracia española desde 1978

Hola, soy PPTroy McClure quizá me recuerden de otros arrebatos apocalípticos como "Matrimonio gay: Katiushas contra la familia", "Nuevo Estatut: España desaparece", "Bush no nos ajunta: ¿para qué seguir viviendo?" o "Gobierno ZP: la mayor catástrofe desde los vándalos de Gelimer". Hoy estoy aquí para continuar moscardoneando y alertando acerca de la pronta (el fin está cerca, ¡¡¡¡arrepentíos!!!!) llegada de los sucesos que Juan vio y consignó en el bíblico Libro de la Revelación.

Siempre me ha parecido detestable la crítica exclusivamente vociferante y el rechazo indiscriminado o cuasi-indiscriminado que en la llamada democracia liberal representativa (y especialmente en las oligarquías partitocráticas de carácter bipartidista que se esconden tras la primera denominación en territorios como España) el partido de la oposición acostumbra a hacer para con la acción de gobierno de la formación política que ostenta el poder.
Es un fenómeno fácilmente comprobable, pues se repite inmisericordemente cada vez que hay una alternancia política en algún ejecutivo de cualquier ámbito territorial.
Por ejemplo es típico que un partido mientras está en el gobierno obvie o incluso niegue la existencia de un problema, para al día siguiente de perder las elecciones empezar a morgonear sobre la ineptitud del nuevo gobierno en la resolución de ese problema (que antes era inexistente, pero que ahora pasa a ser de tratamiento inexcusable y prioritarísimo). Al mismo tiempo (y como no podría ser de otra manera), el nuevo partido en el poder (el que mientras estuvo en la oposición no dejó de denunciar la existencia del problema en cuestión) suele experimentar un fulminante ataque de amnesia en cuanto toma las riendas del gobierno que le lleva a olvidarse de él por completo o, como mucho, le impulsa a contentarse con encargar la fabricación de juguetes mediáticos (¡ay!, Kelifinder) para que los ciudadanos se entretengan con ellos hasta que llegue el momento de nuevas elecciones.

Es un fenómeno éste que también se detecta en instancias territoriales. Así, suele ocurrir que cuando un gobierno municipal o autonómico tiene el mismo color político que el gobierno nacional (especialmente en lugares donde el reparto de competencias entre las diversas administraciones es de tipo irresponsable e interesadamente borroso, no como en Alemania), aquél se limita a "solicitar amablemente con interés" al gobierno nacional la realización de una determinada inversión o infraestructura en su territorio, siendo el grado de amabilidad de la solicitud inversamente proporcional al tamaño de la circunscripción a la que el territorio que reclama la inversión pertenece; de manera que a tamaño más reducido de la comunidad o ciudad en cuestión -circunscripción más pequeña, establo de posibles votos más reducido-, mayor amabilidad en la solicitud de la inversión a los correligionarios del gobierno central en cuestión.
Sin embargo, en cuanto el color político del gobierno nacional cambia, la "solicitud amable" pasa a mejor vida y se transforma entonces en la "exigencia inmediata e incondicional" de la contrucción de esa misma infraestructura, desplegando para ello un vocabulario enérgico y con frecuencia chulesco que, hasta el momento del cambio político en el gobierno nacional, era inexistente.
Siguiendo y utilizando esta mecáncia es muy común que un partido use a un gobierno territorial como ariete contra el partido en el poder a nivel nacional. Es lo que hizo el PSOE cuando utilizaba cutremente a la Junta de Andalucía para torpedear al gobierno Aznar (Aznalcóllar y Doñana, deuda histórica, pensiones, sanidad...) y es lo que hace ahora el PP usando patéticamente al Gobierno de la Comunidad de Madrid para desgastar al gobierno ZP (decreto de la ley antitabaco, radiales, financiación sanitaria, manipulación en Telemadrid...).

Sin embargo, y pese a lo que pudiera parecer, hay mucha gente que no considera esta actitud y estas prácticas referidas como algo reprobable. De hecho, al margen de pequeños detalles -más decorativos que otra cosa- como la tregua en la confrontación política de los primeros cien días de gobierno -que pese a todo pocas veces se cumple en según qué contextos- que la oposición concede a un nuevo gobierno, está muy extendida en el sistema partitocrático la idea de que el trabajo de la oposición es precisamente oponerse a cualquier precio, se tenga razón para ello o no. Así nos va.

En tal sentido, y según ese razonamiento, las oposiciones duras (dialéctica y políticamente hablando) no tienen porqué ser malas, ya que son un signo de vitalidad -de una cancerígena, y míope vitalidad, pero vitalidad- del modelo político en vigor.

Aun cuanto eso pudiera ser admisible por mucha gente (desde luego no por mí) hay ocasiones en que el descontrol en la ejecución de esa labor de oposición "contra todo" pone en duda incluso el presunto hecho de que sea realmente un signo de vitalidad (ni siquiera canceroso) del sistema, ya que lo que puede ocurrir es que se caiga en el ridículo más absoluto (aún cuanto a corto plazo pudiera dar réditos políticos), un ridículo que apenas tendría importancia en vista de que viene de una clase tan ridícula en sí como es la política, sino fuera porque suele dejar un poso de desvaloración y connotación negativa por parte de la sociedad en general hacia todo lo que tenga que ver con la res pública que va en perjuicio del interés general.

Y es un tipo de oposición "contra todo" de carácter ridículo como el referido el que llevamos soportando por parte del PP desde que se le sacó del gobierno hace ahora 2 años. Una tipología de oposición la que despliega este partido que, pese a que en algunas semanas parece remitir, vuelve a rebrotar con declaraciones y más declaraciones en cuanto tiene oportunidad. Y es una estrategia aún más ridícula al tener que llevarse a cabo (para eso tenemos la sociedad que tenemos) por individuos pertenecientes a una de las clases políticas más patéticas y de oratoria más cutre de cuantas moran por Europa como es la hispana.
Sí, desde que el PP perdió el poder, y valiéndose del clima político enrarecido por el 11-M (clima heredero directo pese a todo de la reacción social -No a la Guerra, Prestige...- al autoritarismo de "chulo de recreo" desplegado por el gobierno Aznar II), opta por la huida hacia adelante, profundizando más si cabe en las viejas estrategias.
La primera señal de que este tipo de oposición se avecinaba fue proporcionada cuando "el partido" confirmó a las figuras más visibles del estilo político prepotente y autoritario de la legislatura 2000-2004 (Acebes y Zaplana) como los atlantes principales de la estructura de un PP post-Aznar que presuntamente quedaba bajo el mando de Mariano Rajoy. De hecho, es bastante posible incluso que estos dos personajes recibieran al ser confirmados en sus cargos la directa o indirecta misión de moldear, siguiendo las guías del aznarismo de corte estridente, a un Rajoy que inicial y fugazmente intentó pese a todo imprimir en las primeras semanas tras las elecciones un nuevo estilo al Partido Popular copiando para ello aspecto -pactos de estado, lenguaje comedido, acercamiento a los jóvenes, estilo minimalista para la imagen corporativa...- del modelo ZP que tan efectivo fue para el PSOE a la deriva de la década de los 90.

De esta manera, y apoyados por unos medios exaltados (especialmene por la COPE, por no hablar de los ultras de Intereconomía a los que cuando escuchaba con Isabel M. nos costaba entender como alguién en su sano juicio podría tomar en serio nada de lo que decían) la estrategia política del Partido Popular se basó rápidamente en reaccionar a cada nueva iniciativa del gobierno ZP (fuera de lo que fuera, hablase de lo que hablase) como si con ella se estuviera haciendo sonar las trompetas de Jericó que según el texto bíblico anunciarán la llegada del apocalipsis. Realmente estoy ya cansadísimo de este trompeterismo moscardoneante que ha llegado a ser casi la banda sonora del Partido Popular.
Y es que la situación durante estos dos años ha llegado a tal extremo que a veces incluso los temas se les amontonaban a los trompeteros y hasta se hacían un lío al intentar discriminar qué era más catastrófico y debía impulsar con más rapidez a cortarse las venas (las ajenas claro, las propias nunca): si la salida de los papeles del Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca o el aplazamiento de la cumbre hispano-polaca.
No sé hasta qué punto esta estrategia le da buen resultado (resultado correcto) al PP; en principio, y según las encuestas sí, porque mantiene soliviantado y activo a su electorado, pero la verdad es que en todas las elecciones disputadas en estos dos años el Partido Popular no ha hecho más que bajar. En cualquier caso, este trompeterismo dialéctico desbocado (esos discos rallados repitiendo sobre cualquier asunto casi a diario eso de "esto es lo más grave", "éste es el más", "esto es lo más") es un auténtico factor aridizante del debate político y social.
Esto es así, porque (y más allá de la poca credibilidad que puedan merecer algunos de los primeros espadas del PP por lo lejos que se atrevieron a ir durante la campaña de propaganda previa y posterior a la invasión de Irak, por no hablar de los acontecimientos del 11 al 14 de marzo) a fuerza de aludir al apocalipsis cotidianamente, éste pierde significado. A fuerza de hacer sonar tanto las trompetas de Jericó, al final cuando se trate de algo realmente grave no se le tendrá por importante, las trompetas no alertarán a nadie (claro, ¡qué viene el lobo, qué viene el lobo!, y al final vendrá) . De manera que en el caso probable (que de hecho que ya se ha podido producir) de que en algún momento pudieran estar oponiéndose desde el Partido Popular a una medida o situación de gravedad real, muchas personas serían casi incapaces de tomarles en serio, y eso (máxime en una sociedad cuya actividad dialéctico-social es tan partitocéntrica como la española) es algo muy peligroso para el progreso social y para la res pública en sí.
Claro, ¿como voy a tomar en serio a Acebes -miserable man- cuando habla de que Rubalcaba es "la cara del mal"? Hombre, y en este caso no habría tanto peligro porque desde luego el que Rubalcaba lleve la cartera de Interior me inspira bastante desconfianza, porque recuerdo muy bien a este pieza cuando hace no tanto era portavoz señero de las miserias de aquel gobierno tardofelipista 93-96. ¿Pero cuándo sea de algún tema en el no tenga tanto conocimiento propio? ¿Voy a creer a unos que pregonan como igual de grave cosas absolutamente dispares y objetivamente de magnitud diferente, y que además lo hacen cada día? El sonido de las trompetas acaba siendo tan permanente que se termina convirtiendo en el ruido de fondo normal, y ya no alerta a nadie.
Aunque claro, son reflexiones algo peregrinas porque posiblemente esté en el mismo ánimo del PP (igual que en el del PSOE) el provocar este efecto aridizante de la estrategia de oposición apocalíptica, porque así seguramente consiguen (quizá de manera indirecta) bases electorales de apoyo cada vez más robotizadas, por algo están cada vez más extendidas opiniones en plan "yo sólo admito lo que dice mi partido" y viceversa. Claro que por muy uniforme y monocordemente que consigan de esta manera moldear el espectro social de su apoyo electoral, contando con la imperfección bipartidista que en España supone la presencia de partidos nacionalistas, esta estrategia de robotización de su apoyo electoral puede resultar netamente insuficiente para conseguir un cómodo gobierno de manos libres (mayoría absoluta) respecto de la sociedad; por algo los próceres de uno y otro partido ya están pensando en como solucionarlo mediante algún artilugio de ley electoral que consagre por fin la perfección de nuestra partitocracia bipartidista.

Decir adicionalmente, que entre los uniformes toques trompeteriles de los últimos días la última trompetada (la de López Amor considerando la detención de sus militantes como lo más grave ocurrido en 28 años) me ha resultado especialmente inadmisible y desafinada.
Me parece intolerable que ahora se pretenda poco menos que presentar a los dos militantes del PP detenidos en la manifestación de la AVT como las grandes víctimas de algo así como una represión criminal, máxime cuando aún están perfectamente calientes en la memoria otros hechos; ya no v. gr. los GAL (que por lo visto no tienen entidad para el diputado pepero en comparación con la detención de sus militantes), sino ejemplos mucho más recientes de verdadera brutalidad policial y de conculcación de derechos cívicos.
En tal sentido, al escuchar que los tres condenados por la detención ilegal de los militantes del PP en la manifestación de la AVT han sido condenados a una suma de penas de 13 años (!!!13 AÑOS¡¡¡) y que para colmo también tienen que indemnizar a los dos militantes del PP con 2 millones de pesetas (¿de qué?) me vinieron rápidamente a la mente algunos de los sucesos ocurridos durante aquellas indignantes semanas previas y simultáneas a la invasión de Irak, cuando con un gobierno auténticamente acorralado social y políticamente se hizo más patente que nunca que los derechos de la demo liberal están para utilizarse de la manera correcta y no de otra, por algo tenemos al manual.
Y entre todas las sinvergonzadas de aquellas semanas la que resulta más escarniante (más que nada por su notoriedad, que las hubo igual y mucho más graves) en su recuerdo a partir de la sentencia de la detención de los militantes del PP es el caso de la agresión de un policía nacional a una chica en la Puerta del Sol una noche de la semana en la que comenzó la invasión de Irak. Sí, porque al policía anti-disturbios éste que sentó a la chica en el suelo de un porrazo en la cara cuando ella sólo le espetaba que porqué no llamaba a una ambulancia para trasladar a un herido de la carga policial previa ocurida en la misma Puerta del Sol, sólo se condenó a 5 días (5, que me acuerdo perfectamente) de suspensión de empleo y sueldo. Y eso, que fue prácticamente la única agresión que recibió una condena (si es que los cinco días de suspensión se pueden tomar como condena, cuando quizá la auténtica condena hubiera sido expulsarlo del cuerpo por una temporadita) gracias al hecho de que había una cámara cerca que grabó la agresión y ésta recibió algo de notoriedad. La única, creo, de una lista bastante larga (bastante, por algo el delegado del gobierno en Madrid de aquellos días era un falangista de toda la vida -demócratas accidentales, ya se sabe- como Francisco Javier Ansuátegui, un "figura" éste que ya había dado muestras de su "arte" años antes como delegado del gobierno en Navarra) de acciones parecidas. De hecho, de aquellas manifestaciones no sé que me dejó más marcado, si la cantidad de gente que había en ellas (recuerdo en concreto la del 15 de febrero a la que fui -como casi siempre durante aquel reivindicativo año- con Víctor e Iria) o las escenas de brutalidad policial desplegada en algunas protestas, escenas que incluso llegué a presenciar en vivo en alguna ocasión tan impresionado como conmocionado durante aquellos días de indignación.
Y desde luego que no estoy defendiendo una posición acerca de la detención de los militantes del PP en plan "mira les detuvieron (ilegalmente, sí), pero como no se les maltrató ni se les tocó un pelo lo que tienen que hacer es callarse y alegrarse de su suerte". Para nada. Sin duda si fueron víctimas de una detención ilegal tienen todo el derecho a que la justicia castigue a los responsables de esa detención; pero desde luego la proporción 5 días de suspensión de empleo y sueldo por una agresión brutal injustificada grabada en vídeo y 13 años (más nosecuántos de inhabilitación para ejercer cargo público) por una detención de unas horas en las que no se les tocó un pelo, no sé porqué pero no me termina de cuadrar, quizá porque yo ví a Coco en Barrio Sésamo y sé discernir entre cerca y lejos, e incluso quizá también entre grave y leve.
Y es que como ha ocurrido casi siempre (y como en los días previos a la invasión de Irak se hizo perfectamente claro), la megademocracia liberal representativa post Daniel Bell, es el sistema en el que siempre "se puede", pero casi nunca "puedes" (a no ser, claro, que pertenezcas o estés socialmente cerca de las élites político-económicas dirigentes, bien mediante chequera o bien mediante filiación sociopolítica). Y luego, cuando se llegue a algún punto anómico transdurkheimniano, ya habrá tiempo de echar la culpa a la sociedad, a ella o al primer pazguato que pase por allí cerca. Hasta entonces a escuchar a la orquesta.